sábado, 1 de octubre de 2011

HIGIENE DE MANOS EN MEDIO HOSPITALARIO

Las infecciones relacionadas con la atención sanitaria se producen en todo el mundo y
afectan tanto a los países desarrollados como a los de escasos recursos. Estas
infecciones contraídas en el entorno sanitario se encuentran entre las principales
causas de muerte y de incremento de morbilidad en pacientes hospitalizados.
La 55ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó en 2002 una resolución en la que se insta
a los países a prestar la mayor atención posible al problema y a fortalecer los sistemas
de seguridad y vigilancia. Dicha resolución solicita a la OMS que encabece la
elaboración de normas y directrices mundiales y que apoye las iniciativas nacionales de
formulación de políticas y prácticas en pro de la seguridad del paciente.
En mayo de 2004, la 57ª Asamblea Mundial de la Salud aprobó la creación de una
alianza internacional, con carácter de iniciativa mundial, para mejorar la seguridad del
paciente, y en octubre de 2004 se presentó la Alianza Mundial para la Seguridad del
Paciente. Por vez primera, directores de organismos, planificadores de políticas y
grupos de pacientes confluyeron desde todos los rincones del planeta para proponer el
objetivo de seguridad del paciente plasmado en el principio «ante todo, no dañar» y
reducir las consecuencias sanitarias y sociales negativas de una atención de salud
insegura.
EVIDENCIA CIENTÍFICA
Durante siglos la higiene de manos se ha considerado una medida higiénica básica
para prevenir infecciones no solo en los hospitales sino también en la comunidad,
pero no fue hasta 1847 que Ignaz Semmelweis en Viena y Oliver Wendel en Boston
relacionaron explícitamente la adquisición de infecciones con la higiene de las
manos. En 1843, Oliver Wendell Colmes publicó el documento titulado:
“Contagiousness of Puerperal Fever” sobre el control de la infección puerperal.
En Viena, en el año de 1847, el Dr. Ignaz Semmelweis (1818‐1865) introdujo nuevas
pautas institucionales y de comportamiento que involucraban el lavado de manos
con el fin de reducir la tasa de fiebre puerperal entre las mujeres que daban a luz en
la Clínica Obstétrica del Hospital General de Viena, el Allgemeines Krankenhaus. Fue
su posición intervencionista y la interpretación de los datos, lo que condujo a
cambiar el comportamiento de sus colegas en la organización. La investigación, fue
una “fuerte evidencia” que se tradujo en una política efectiva de salud pública. De
este modo, fueron combinadas la ciencia y el arte de la práctica de la salud pública.
A partir de 1847, todos los doctores y los estudiantes fueron obligados a lavarse las
manos en una solución de limón clorada antes de trabajar en las salas de parto y
después de cada exploración vaginal. La tasa de “pyemia” –como llamó a la
enfermedad– disminuyó del 18% a menos del 3% en tan sólo unos meses.
Siguió recolectando datos y eventualmente publicó sus hallazgos en 1857 y en 1861
en forma de un libro titulado: La etiología, el concepto y la profilaxis de la fiebre
puerperal.
Florence Nightingal en 1856 demostró que la seguridad de los alimentos y el agua,
así como un ambiente limpio podían producir un descenso de las tasas de
mortalidad en un hospital militar. Ella y William Farr, el primer estadista de salud
británico, se interesaron en la interpretación estadística de los datos de salud en los
hospitales. Ambos observaron que la mayor parte del exceso de mortalidad en los
hospitales militares se debía a enfermedades contagiosas y al apelotonamiento de
enfermos.
Florence Nigthingal sugirió que existía una relación directa entre las condiciones
sanitarias de un hospital y las complicaciones postoperatorias, tales como gangrena
o erisipela. Ella propuso que las hermanas cuidadoras o enfermeras debían
mantener un sistema de información amplia a cerca de las muertes en los
hospitales. Probablemente esta es la primera referencia a la vigilancia de enfermería
sobre las infecciones adquiridas en los hospitales.
A mediados del siglo XIX, Ignaz Semmelweiss, Joseph Lister, Florence Nightingale y
Louis Pasteur, cada uno de ellos en campos concretos, establecieron las bases del
conocimiento científico actual.
En 1867 Josheph Lister presentó su discurso “On the Antiseptic Principle in the
Practice of Surgery.” Publicación de su artículo “On a New Method of Treating
Compound Fracture, Abscess, and So Forth; with Observations on the Conditions of
Suppuration” en el Lancet.
En 1876, Robert Koch publicó sus hallazgos sobre el carbunco, señalando el
fundamento científico de la teoría de microorganismos y contagiosidad. En 1881
introduce el cultivo de bacterias en medio sólido.
En 1890 Halsted incorpora el uso de guantes en cirugía y en 1892 ya predomina la
cirugía aséptica frente a la antiséptica. Schimmelbusch publica al respecto:
“Anleitung zur antiseptichen Wundbehandlung”. En 1987 Mikulicz introduce el uso
de mascarilla en cirugía.
A finales del siglo XIX por tanto, dio comienzo la “Era Bacteriológica”, y en el siglo XX
se pueden considerar tres hechos esenciales en el campo de las infecciones
hospitalarias:
1. El desarrollo de nuevas técnicas microbiológicas, tanto de aislamiento como de
tipificación de microorganismos.
2. El cambio en el patrón etiológico de las infecciones hospitalarias, con problemas
secundarios, como el incremento de las resistencias bacterianas.
3. Creación y desarrollo de programas específicos de vigilancia y control de las
infecciones hospitalarias.
La epidemia por infecciones estafilocócicas en Europa y Estados Unidos que
afectaban a unidades quirúrgicas y pediátricas en los 50 tuvo una doble
consecuencia. Por un lado introdujo el término “nosocomial”, y por otro supuso la
aparición de la Epidemiología Hospitalaria como disciplina reconocida. La palabra
nosocomial deriva del vocablo griego clásico μοσοκομος, literalmente “aquel que
cuida enfermos”. Su introducción en el lenguaje médico reflejaba el estado, ya
conocido, de portador de Staphylococcus aureus. Un miembro sanitario portador se
convertía frecuentemente en fuente de infección para un paciente quirúrgico.
En los Estados Unidos el año 1950, a consecuencia de varios brotes de infecciones
por Staphylococcus Aureus que tuvieron lugar en diversas Unidades de Cuidados
Intensivos de aquel país, surgieron las primeras enfermeras que trabajaron en la
vigilancia y en la prevención de las infecciones hospitalarias. El trabajo de diferentes
instituciones, la aparición de nuevas enfermedades infecciosas, y trabajos como el
informe “To Err is Human” (que en el año 2000 realizó el Instituto de Medicina de
EEUU), han hecho que en los últimos años la práctica para evitar este efecto adverso
relacionado con la atención sanitaria se haya ido modificando de forma sustancial.