Las actitudes son la base de nuestro comportamiento, el fundamento de nuestra conducta y hábitos. Son aprendidas desde vivencias que resultan de las relaciones con uno mismo, con los otros, en una cultura y en una sociedad concreta con sus creencias, valores y tradiciones.
Así se originan las actitudes que serán aprendidas en contextos informales como los amigos, el barrio, la familia, y también en contextos formales como el sistema educativo.
Las actitudes se adquieren a través de la experiencia directa, mediante la observación o mediante las informaciones de los medios de comunicación de masas. Pero ¿cómo podemos nosotros establecer, generar unas actitudes positivas hacia la salud lo suficientemente potentes como para que perduren y se traduzcan en conductas realmente saludables? Y aún más, ¿por qué no comenzar a los tres años?, cuando nuestros niños y niñas comienzan la educación infantil, cuando comienzan a adquirir hábitos, destrezas, conocimientos… cuando comienzan por ejemplo con la lectoescritura como metodología global… ¿por qué no intentarlo?.
Gaviria (1993) al definir la Educación para la Salud, se refiere a ella como un “conjunto de estrategias de enseñanza-aprendizaje que permite a las personas analizar su entorno y mejorar su capacidad de funcionamiento en este contexto”.
En mi opinión dentro de esta definición cabía un trabajo práctico, un proyecto en el que en un contexto globalizador y transdisciplinar, mejorásemos la capacidad del niño para hacer frente a la misma vida.
La Educación para la Salud (EpS) supone un reto para una sociedad mas atareada en curar que en prevenir y promover la salud, al igual que ocurre con otros temas transversales.
Así mismo es un reto para un sistema educativo que ha de orientarse hacia la educación en valores y conducir hacia una alimentación saludable con la creación de actitudes positivas entorno a ella.
La alimentación forma parte de la cultura del individuo, no como algo aislado sino relacionado con sus valores, actitudes y tradiciones.
Así se originan las actitudes que serán aprendidas en contextos informales como los amigos, el barrio, la familia, y también en contextos formales como el sistema educativo.
Las actitudes se adquieren a través de la experiencia directa, mediante la observación o mediante las informaciones de los medios de comunicación de masas. Pero ¿cómo podemos nosotros establecer, generar unas actitudes positivas hacia la salud lo suficientemente potentes como para que perduren y se traduzcan en conductas realmente saludables? Y aún más, ¿por qué no comenzar a los tres años?, cuando nuestros niños y niñas comienzan la educación infantil, cuando comienzan a adquirir hábitos, destrezas, conocimientos… cuando comienzan por ejemplo con la lectoescritura como metodología global… ¿por qué no intentarlo?.
Gaviria (1993) al definir la Educación para la Salud, se refiere a ella como un “conjunto de estrategias de enseñanza-aprendizaje que permite a las personas analizar su entorno y mejorar su capacidad de funcionamiento en este contexto”.
En mi opinión dentro de esta definición cabía un trabajo práctico, un proyecto en el que en un contexto globalizador y transdisciplinar, mejorásemos la capacidad del niño para hacer frente a la misma vida.
La Educación para la Salud (EpS) supone un reto para una sociedad mas atareada en curar que en prevenir y promover la salud, al igual que ocurre con otros temas transversales.
Así mismo es un reto para un sistema educativo que ha de orientarse hacia la educación en valores y conducir hacia una alimentación saludable con la creación de actitudes positivas entorno a ella.
La alimentación forma parte de la cultura del individuo, no como algo aislado sino relacionado con sus valores, actitudes y tradiciones.