Durante la pubertad, comienzan los cambios que
determinan una diferenciación física, y fisiológica, entre el organismo del
hombre y de la mujer.
En la adolescencia los chicos, comienzan a producir
mayores cantidades de hormonas masculinas lo que ayuda a un mayor desarrollo
muscular. Sobre los 19 años aumenta su ingesta, aproximadamente un 20 %, comparándolo
con lo que ingería cuando era un niño de 10 años. Pero llama la atención que no
engorde proporcionalmente a este aumento de ingesta. Esto se debe a que esas
calorías le proporcionan la energía necesaria para el desarrollo de su aparato
muscular.
En el caso de las chicas, cuando llegan a la
pubertad, su crecimiento para, o se hace muy lento, y requiere por lo tanto un menor
aporte energético. Una chica de 19 años viene a comer un 12 % menos de lo que
comía a los 10 años, pero sus reservas grasas aumentan. Igual que ocurría en el
caso del chico, esto está determinado por las hormonas sexuales femeninas, que
tratan de asegurar reservas grasas para una posible gestación.
Si nos fijamos en el porcentaje de grasa corporal en
la infancia, no encontramos diferencias significativas según el sexo. Si
comparamos en la etapa puberal, sí hay diferencias significativas: mientras que
en la chica se sitúa en un 28%, en los chicos ronda el 15%.
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La reducción de la ingesta alimentaria (la cantidad
de comida ingerida a lo largo del día), que ocurre en las chicas adolescentes
es un fenómeno espontáneo, normal (no me estoy refiriendo a disminuciones de
ingestas drásticas o patológicas) y fisiológico, como lo es el aumento de su porcentaje
de grasa corporal. Está genéticamente determinado y es regulado a través de
mecanismos fisiológicos muy complejos, cuyo funcionamiento sólo podemos
modificar levemente si no queremos alterar el estado de salud. Estos mecanismos
dan lugar a funciones que influyen positivamente en el bienestar y el
desarrollo del individuo, y esta sería una de las razones por las que las
dietas de adelgazamiento a estas edades no son recomendadas y, en caso de
prescribirse han de vigilarse muy de cerca por profesionales experimentados, y
además haberle explicado a los familiares, todas estas circunstancias, para que
participen así mismo en el proceso de salud de la chica o el chico.
Los cambios hormonales de la pubertad, determinan
también la localización de los depósitos grasos, que serán diferentes según el
sexo.
Con frecuencia, en nuestro entorno, se enfatiza
sobre la necesidad de obtener una “figura ideal”, totalmente alejada de la
salud, la fisiología y la genética.
Si es en la adolescencia cuando se trata de luchar
de forma “peligrosa” contra algo totalmente fisiológico, pueden aparecer trastornos
de la conducta alimentaria y patologías relacionadas.
La adolescencia es una etapa de adaptación y acercamiento
a la edad adulta, hay que remarcar hábitos de alimentación y vida saludables instaurados
en la infancia.